"Y cuando me pregunté qué era el mal, vi que no era una sustancia, sino la perversión de la voluntad cuando se aparta de ti, ¡Oh Dios!, que eres la sustancia suprema, y se desvía hacia las cosas de su interior e hinchándose con presunción". VII, 16.
I, 712. “La desgraciada Fenicia sobre todo, entregada en cuerpo y alma a lo que va a ser su ruina, no puede saciar su espíritu y se inflama al contemplarle [...]”.
"Estamos tejidos de la sustancia de los libros mucho más de lo que a simple vista parece. Aun los rasgos más espontáneos de nuestra conducta y nuestras más humildes palabras tienen detrás, sepámoslo o no, una larga tradición literaria que viene empujándonos y gobernándonos".
Alfonso Reyes, citado por Carlos Monsiváis en "Elogio (innecesario) de los libros", en Letra internacional, número 86, primavera de 2005.